sábado, 24 de marzo de 2018

Mensajes amables de fin de semana: los callos, el cocido, el soufflé y Mata Hari, símbolos emblemáticos de un clásico de Madrid, el Lhardy



Estimad@s amantes del LEAN:

Voy a dedicar el presente escrito a los callos del Lhardy, una de esas cosas que merece la pena probar en la vida
Como dice uno de mis amigos vizcaínos, al que le cabo de dar una muestra: la sensación gelatinosa ( debido a las rodajas de chorizo y el tocino de jamón ), junto con el sabor ahumado ( proporcionado por la morcilla ) hacen de este plato algo único
Lo que mi amigo vizcaíno no sabe es que, después de saborearlos de entrada, podemos continuar tomando uno de esos platos de caza inigualables, pero, dejando sitio para el insuperable soufflé, marca de la casa ( hay que pedirlo desde el principio, para que lo hagan con calma )
Otra alternativa de toda la vida es tomar su famoso cocido, uno de los mejores de la capital
Ese cocido, dado que el Lhardy fue fundado en 1839, por un francés de origen suizo, Emilio Huguenin, tiene la magia de que ha sido saboreado por personalidades de todo tipo, desde la propia reina Isabel II, hasta la mismísima Mata-Hari, la más célebre espía de la primera guerra mundial
En párrafos más abajo pongo copia de algunas de las anécdotas descritas en la propia web del Lhardy

Dos fulgores simultáneos: Lhardy y el romanticismo
Emilio Huguenin, nacido en Montbéliard, de padres suizos, había sido reportero en Bésançon, cocinero en París, y “restaurateur”, con establecimiento propio, en Burdeos, el centro de los desterrados españoles, en donde habían coincidido los partidarios de José Bonaparte con sus antiguos adversarios los liberales, perseguidos por Fernando VII.
Cuando Emilio Huguenin decide abrir su casa en Madrid, desaparecido el monarca absoluto, los exiliados de Burdeos retornaban a España.
Isabel II tenía nueve años y va a iniciarse la conmoción ideológica y estética del romanticismo. Opina José Altabella, en su magnífico libro titulado “Panorama histórico de un restaurante romántico”, que el nombre del establecimiento vendría sugerido por el del famoso Café Hardy, del Boulevard de los Italianos, de París, que más tarde se convertiría en la Maison Dorée.
El propietario, Emilio Huguenin, toma el nombre de su negocio y se transforma en Emilio Lhardy.
La Carrera de San Jerónimo adquiere entonces el empaque de una calle de moda, al estilo de la rue de la Paix, fisonomía a la que contribuyen algunos años después los escaparates de la joyería de los Mellerio, orfebres del primero y el segundo Imperio.
Como un fuego de artificio, en 1837, el pistoletazo con el que Larra pone fin a su propia vida y el discurso de Zorrilla en su entierro anuncian estruendosamente la gran solemnidad del romanticismo, confirmada por la aparición de las principales obras de Espronceda y los estrenos de “La conjuración de Venecia”, de Martínez de la Rosa; “Don Álvaro”, del Duque de Rivas; “El trovador”, de García Gutiérrez, y “Don Juan Tenorio”, de Zorrilla, celebrados todos en fechas muy próximas a la inauguración de Lhardy.
Un banquero transforma la Bolsa y construye los ferrocarriles; se trata de Salamanca, habitual cliente de Lhardy, que allí celebra, en 1841, el bautizo de su primogénito, Fernando Salamanca Livermore.
¡Qué prodigio! Se enciende la luz de gas para hacer más lujoso el ambiente de Lhardy. A mediados del siglo XIX no se habla en Madrid más que de Lhardy como lugar inevitable de comidas de lujo y Pascual Madoz lo incluye en su diccionario geográfico.
Isabel II hacía escapadas desde Palacio para comer en Lhardy, como después de la Restauración sucedería con Alfonso XII, al que acompañaban el duque de Sesto, Benalúa, Tamames y Bertrán de Lis.

Hacia 1880, el notable decorador Rafael Guerrero establece la nueva fisonomía de Lhardy
Entre las sugerencias históricas que Lhardy nos ofrece, resulta muy interesante conocer la personalidad de su decorador, que fue Rafael Guerrero, padre de la famosa actriz doña María Guerrero.
Este precursor de una profesión que habría que adquirir tanta trascendencia estética y funcional en nuestra época, había emigrado a París en plena adolescencia, y allí tuvo la fortuna de aprender las artes del mueble y la ambientación decorativa, hasta llegar su buena fama a oídos de la emperatriz Eugenia, que le colocó a su servicio en las Tullerías.
A su regreso a Madrid, Guerrero abrió una tienda de muebles en la calle de Caballero de Gracia, pero su prestigio se centraba esencialmente en el talento como decorador.
El gusto del segundo Imperio, dotado de esa elegancia de alta burguesía que vuelve ahora a cautivarnos, se perfiló en el diseño de la fachada de Lhardy, construida con magnífica madera de caoba de Cuba, como símbolo de las que fueron nuestras provincias de ultramar.
La decoración interior de la tienda, con sus dos mostradores enfrentados y el espejo al fondo, sobre la opulenta consola que sostiene la “bouilloire” y la fina botillería, permanece intacta, como fue proyectada y llevada a cabo por Rafael Guerrero.
Los comedores, concebidos como Salón Isabelino, salón Blanco y Salón Japonés, conservan los revestimientos de papel pintado de la época; las chimeneas, guarniciones y ornatos, citados en las obra de Galdós, Mariano de Cavia, Azorín o Ramón Gómez de la Serna.
Poco después de renovarse la decoración, en 1885, se instauraron las famosas cenas, tan elogiadas por especialistas en gastronomía como el Doctor Thebussen.
El “diner Lhardy” era siempre exquisito, con filetes de lenguado a la Orly, jamoncitos de pato, pavipollo a los berros y otras delicias de absoluta novedad en la corte.
Hay que añadir a esta evocación los magníficos vinos franceses que ilustraban la mesa. Cuando murió Emilio Lhardy, se continuó la dinastía con su hijo Agustín, pintor y grabador muy destacado, que supo compaginar admirablemente la actividad artística y la prestancia social de un verdadero señor con la constante superación de su negocio.
Entre sus amigos artistas, el más íntimo era Mariano Benlliure, que pasaba temporadas viviendo en Lhardy e invitando a personalidades de la política, la aristocracia, el periodismo y el arte.











Los secretos del salón japonés
Entre los comedores de Lhardy, el que guarda más secretos de la historia de España es el salón japonés, donde se desarrollaron toda suerte de conspiraciones y conciliábulos.
Fue el rincón preferido del general Primo de Rivera para reuniones reservadas de ministros y personalidades de la Dictadura
Por contraste, aquí se decidió el nombramiento de don Niceto Alcalá Zamora como presidente de la República.
Casi todos ellos se han esfumado por los últimos planos del espejo de Lhardy hacia la eternidad, como tantos otros de anteriores generaciones en el largo periplo de dos siglos. También nosotros y nuestros hijos y nuestros nietos… pasaremos a la más abstracta dimensión por esos planos remotos del espejo, pero, como en un sentimental bolero, nuestras bocas llevarán el sabor dulce y amargo de las medias combinaciones y, en el corazón, el recuerdo de la admirable pléyade que hemos conocido en Lhardy.






Como está a menos de quinientos metros de las Cortes, ahí han ido a comer el cocido muchos presidentes de Gobierno de España, tanto del siglo XIX como del XX y XXI
Por Lhardy ha pasado Alfonso XII, XIII, Mata-Hari y en los «cenáculos de la literatura» se han dejado ver en distintas épocas Federico García Lorca, Benito Pérez Galdós, Ramón Gómez de la Serna, Ortega y Gasset, Jacinto Benavente...
«No podemos concebir Madrid sin Lhardy», afirmaba el novelista Azorín.

No puedo terminar este escrito sin hacer referencia a una de sus clientas más emblemáticas, Mat Hari, la espía más famosa del siglo XX
De aquí salió, después de una suculenta cena, antes de que la arrestaran, para llevarla a Francia, donde, como todos sabemos, la fusilaron

Ahí van los links que he encontrado más interesantes sobre ella:
La trágica vida de Mata Hari, la espía más famosa de la historia que fue fusilada hace 100 años:

Mata Hari:

Hace 100 años ejecutaban por espía a la bailarina más sensual, exótica e intrigante


Como siempre, he incluido estas reflexiones en mi blog “Historias del LEAN”:

Que disfrutéis cada hora del fin de semana

Un cordial saludo
Alvaro Ballesteros







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