Estimad@s Clientes y/o amantes del LEAN:
Adjunto parte del contenido que he recibido de un mail periódico
que manda Luis Miguel Oliveiras sobre temas de salud
Recomiendo una lectura atenta, porque puede que tengamos que
reconsiderar muchas de las creencias que hasta ahora hemos tenido sobre la
forma en que abordamos el sobrepeso
Ahí van los
párrafos más más interesantes
Cada gramo de grasa equivale a 9 calorías. Por lo tanto,
perder un kilo de grasa supondría perder 9.000 calorías (en realidad 8.000,
debido a la presencia de aproximadamente un 10% de agua aprisionada en esa
grasa).
No hay ningún misterio en esto, son simples matemáticas: para perder un kilo de grasa, hay que conseguir gastar 8.000 calorías o reducir los aportes a través de la alimentación en esas 8.000 calorías.
Según eso, ¿no estarían entonces justificadas las dietas restrictivas, que obligan a comer menos y pasar hambre para perder peso? : ¡En absoluto!
A nuestro organismo no se le engaña tan fácilmente. Las dietas que restringen los alimentos que ingerimos están condenadas al fracaso y agravan la situación.
Cuando comemos, una pequeña región del cerebro encargada de regular la ingesta de calorías, el hipotálamo, cuenta las calorías ingeridas. Si disminuyen al estar a régimen, el hipotálamo lo percibe y entra en “modo hambruna”. Eso quiere decir que da al organismo la orden de hacer todo lo necesario para ahorrar energía.
¿Cómo lo hace? Sobre todo reduce la cantidad de agua en el cuerpo, la masa muscular (dado que los músculos consumen mucha energía) y la densidad ósea.
También almacena grasa, no sólo como reserva de energía para poder hacer frente a las necesidades futuras, sino también porque la grasa aísla y protege del frío (esa es la razón por la que las focas y las ballenas poseen tanta).
Un cuerpo al que se le suministran menos calorías tiende por tanto a reducir automáticamente su masa muscular y ósea y a conservar e incluso aumentar su grasa.
Lo que la báscula no le cuenta
No hay ningún misterio en esto, son simples matemáticas: para perder un kilo de grasa, hay que conseguir gastar 8.000 calorías o reducir los aportes a través de la alimentación en esas 8.000 calorías.
Según eso, ¿no estarían entonces justificadas las dietas restrictivas, que obligan a comer menos y pasar hambre para perder peso? : ¡En absoluto!
A nuestro organismo no se le engaña tan fácilmente. Las dietas que restringen los alimentos que ingerimos están condenadas al fracaso y agravan la situación.
Cuando comemos, una pequeña región del cerebro encargada de regular la ingesta de calorías, el hipotálamo, cuenta las calorías ingeridas. Si disminuyen al estar a régimen, el hipotálamo lo percibe y entra en “modo hambruna”. Eso quiere decir que da al organismo la orden de hacer todo lo necesario para ahorrar energía.
¿Cómo lo hace? Sobre todo reduce la cantidad de agua en el cuerpo, la masa muscular (dado que los músculos consumen mucha energía) y la densidad ósea.
También almacena grasa, no sólo como reserva de energía para poder hacer frente a las necesidades futuras, sino también porque la grasa aísla y protege del frío (esa es la razón por la que las focas y las ballenas poseen tanta).
Un cuerpo al que se le suministran menos calorías tiende por tanto a reducir automáticamente su masa muscular y ósea y a conservar e incluso aumentar su grasa.
Lo que la báscula no le cuenta
Cuando se hace un régimen restrictivo, lo que se pierden en
definitiva son huesos y músculos y, por el contrario, lo que se gana es grasa,
en proporción al peso total del cuerpo. Y esa es la razón por la que ve
desaparecer los kilos sobre la báscula mientras se siente tan débil.
Es lógico. Su cuerpo está en pleno proceso de transformación a algo menos pesado, pero también más débil y vulnerable. Y lo peor es que la verdadera catástrofe se desencadena cuando se vuelve a comer de nuevo.
Y es que el organismo ha “aprendido” a utilizar mejor la energía que ingiere, por lo que cuando una persona retoma al final del régimen sus aportes calóricos, el organismo se encarga de sacar mayor provecho de ellos que antes. En el nuevo metabolismo, la prioridad va a ser almacenar todas las calorías que se ingieran.
En definitiva: comiendo lo mismo que antes del régimen, ahora engorda más.
Ese es el efecto que se produce al terminar la dieta: se recupera el peso perdido, pero teniendo menos músculo y más grasa de la que se tenía antes.
Así, si una persona de -pongamos por caso- 85 kilos se impone una dieta restrictiva para perder peso, verá que va consiguiendo adelgazar poco a poco con gran esfuerzo… 5 kilos, 10, 12… Pero tras abandonar el régimen recuperará el peso anterior y volverá a pesar los mismos 85 kilos.
Pero esa persona ya no será la misma persona. Pesará los mismos kilos pero su composición corporal habrá cambiado: ahora tendrá menos masa muscular y más masa grasa.
Y si quiere volver a perder peso, deberá seguir una dieta todavía más restrictiva, y el efecto sobre el reparto de su masa muscular y masa grasa será aún más desfavorable. Y cuanto más se exponga a este efecto, más resistente se volverá su sobrepeso.
Se habrá convertido en un obeso que come poco. Y que además tiene cada vez peor salud y está más deprimido.
Es lógico. Su cuerpo está en pleno proceso de transformación a algo menos pesado, pero también más débil y vulnerable. Y lo peor es que la verdadera catástrofe se desencadena cuando se vuelve a comer de nuevo.
Y es que el organismo ha “aprendido” a utilizar mejor la energía que ingiere, por lo que cuando una persona retoma al final del régimen sus aportes calóricos, el organismo se encarga de sacar mayor provecho de ellos que antes. En el nuevo metabolismo, la prioridad va a ser almacenar todas las calorías que se ingieran.
En definitiva: comiendo lo mismo que antes del régimen, ahora engorda más.
Ese es el efecto que se produce al terminar la dieta: se recupera el peso perdido, pero teniendo menos músculo y más grasa de la que se tenía antes.
Así, si una persona de -pongamos por caso- 85 kilos se impone una dieta restrictiva para perder peso, verá que va consiguiendo adelgazar poco a poco con gran esfuerzo… 5 kilos, 10, 12… Pero tras abandonar el régimen recuperará el peso anterior y volverá a pesar los mismos 85 kilos.
Pero esa persona ya no será la misma persona. Pesará los mismos kilos pero su composición corporal habrá cambiado: ahora tendrá menos masa muscular y más masa grasa.
Y si quiere volver a perder peso, deberá seguir una dieta todavía más restrictiva, y el efecto sobre el reparto de su masa muscular y masa grasa será aún más desfavorable. Y cuanto más se exponga a este efecto, más resistente se volverá su sobrepeso.
Se habrá convertido en un obeso que come poco. Y que además tiene cada vez peor salud y está más deprimido.
Otro párrafo muy
interesante, sobre todo por lo novedoso de las preguntas que plantea Luis
Miguel
- ¿No
tendrá la flora intestinal desequilibrada? Es uno de los grandes
avances de los últimos años para comprender el sobrepeso y la obesidad:
que las personas con sobrepeso tienen la flora intestinal alterada. Por lo
tanto, si quiere llevar a cabo una estrategia eficaz para adelgazar deberá
empezar por mejorar el equilibrio de su flora intestinal.
- ¿Tiene
déficit de magnesio? El magnesio es un factor indispensable en
todas las etapas metabólicas. La sola carencia de este mineral es un
factor de sobrepeso (y de dificultad para perder kilos aunque se intente
adelgazar), mientras que corregir este déficit le pone automáticamente en
pista para conseguirlo con más facilidad.
- ¿Está
boicoteando la falta de zinc sus intentos de adelgazar? El cuerpo
debe recibir a través de la alimentación 15 mg de zinc al día. Si no es
así, se carece de una herramienta esencial en el funcionamiento del
organismo, que afecta de forma directa al exceso de peso, a la dificultad
para adelgazar, a la pérdida de masa muscular y a la sensación de fatiga y
cansancio que acompañan a las dietas.
- ¿No
estará intoxicado? La reacción inflamatoria en el tejido adiposo
se ve muy amplificada por la presencia de contaminantes. Todos los días
recibimos una dosis muy elevada de contaminantes a través del aire, el
agua, los alimentos, los envases… Desintoxicarse (además de limitar al
máximo posible las fuentes de tóxicos y alteradores endocrinos) es un paso
muy interesante en el camino de la pérdida de peso.
- ¿Qué
tal duerme? La falta de sueño y su mala calidad repercuten en el
apetito, la inflamación y el riesgo de engordar (aparte de tener otras
consecuencias en la salud). Si le cuesta adelgazar y tiene problemas de
sueño, no desvincule ambos hechos ni los vea como problemas
independientes. Solucionar lo segundo puede ser otro paso más que le ayude
a lograr lo primero.
- ¿Tiene
la calefacción demasiado alta? En invierno apetece disfrutar de
un hogar cálido y confortable, pero no hay que confundir una temperatura
agradable con un exceso de calor. Recuerde que parte del gasto energético
proviene de la termogénesis, cuyo papel es mantener la temperatura
corporal en 37º C. Cuanto más baja es la temperatura ambiente, más energía
gastamos para calentarnos y más peso perdemos.
Esta información la he sacado del blog:
Como siempre, he incluido estas reflexiones en mi blog
“Historias del LEAN”:
Que disfrutéis cada hora del fin de semana
Un cordial saludo
Alvaro Ballesteros