sábado, 16 de marzo de 2019

Mensajes amables de fin de semana: los microtúbulos presentes en nuestras neuronas, gracias a sus propiedades cuánticas, se pueden comunicar con el resto del Universo



Estimad@s Clientes y/o amantes del LEAN:

La hipótesis de la “Reducción Objetiva Orquestada” (“Orch OR”), propuesta por Roger Penrose Y Hameroff, propone que la consciencia depende de procesos cuánticos que se llevan a cabo en los microtúbulos.
Los microtúbulos son minúsculas estructuras tubulares situadas dentro de las neuronas del cerebro.  
Esa actividad cuántica de las neuronas sería capaz de conectarse con otros procesos de autoorganización externos al cerebro. Es decir, que nuestro cerebro podría estar conectado a estructuras externas cercanas a él.
Esa conexión se daría a través de mecanismos bien establecidos por la teoría cuántica como el entrelazamiento cuántico (que vincula a partículas entrelazadas más allá del espacio-tiempo) o el efecto túnel cuántico (que se da cuando una partícula cuántica viola los principios de la mecánica clásica, al atravesar una barrera de potencial imposible de saltar para una partícula clásica).   
Basándose en esta teoría de la “Reducción Objetiva Orquestada”, los científicos Dirk K F Meijer y Hans J.H. Geesink de la Universidad de Groninga, en Holanda, dan un paso más y teorizan que nuestro cerebro, si estas posibilidades cuánticas son ciertas, podría intercambiar información no solo con estructuras externas cercanas a él sino…….. ¡!!con el resto del Universo!!!!.

Según estos científicos holandeses, a dicho nivel, nuestro cerebro estaría conectado con campos cósmicos como el de la gravedad, el de la energía oscura, el de la energía punto cero o el de las energías de los campos magnéticos de la Tierra.



El presente post está estructurado de la forma siguiente:
-Breve descripción de los microtúbulos
-Teoría de la “Reducción Objetiva Orquestada” de Penrose y Hameroff sobre las posibilidades de los microtúbulos para establecer conexiones cuánticas de los procesos cerebrales con otros procesos de auotoorganización fuera del cerebro
-Teoría de Meijer y Geesink sobre el intercambio de información de nuestro cerebro con el resto del Universo, vía campos cósmicos como la gravedad, la energía oscura o el campo magnético terrestre; todo ello se lelvaría a cabo vía entrelazamiento cuántico y efecto túnel
-Termino este post con dos videoclips bastante didácticos sobre qué es el entrelazamiento cuántico y el efecto túnel


1.       Microtúbulos

Los microtúbulos son formaciones cilíndricas, en forma de tubo, huecas, de unos 25 nm  de diámetro, cuya pared está formada por la proteína globular tubulina.
Se pueden encontrar dispersos en el citoplasma o formando parte de los cilios, flagelos y centriolos.





Funciones de los microtúbulos
Los microtúbulos están dispersos por el citoplasma, cumpliendo las siguientes funciones:
  • Intervienen en el movimiento de la célula formado la parte estructural del centrosoma, los cilios y los flagelos.
  • Transporte intracelular de vesículas a través del citoplasma. Los microtúbulos también transportan, asociados a ellos, algunos orgánulos, como las mitocondrias que se desplazan por el citosol.
  • Forman del huso mitótico al comienzo de la cariocinesis y se encarga de controlar el movimiento de los cromosomas. Desaparece al terminar la división celular.
  • Organizan los componentes del citoesqueleto, incluidos microfilamentos y filamentos intermedios.
Colaboran en el mantenimiento de la forma celular.




Figura 9. Los microtúbulos del axón de una célula nerviosa apuntan en la misma dirección, con sus extremos más hacia la terminal del axón, actuando de guía para el transporte direccional de materiales sintetizados en el cuerpo celular y que son necesarios en a terminal del axón. Además de este tráfico al exterior (puntos rojos) existe un tráfico hacia el interior (puntos azules) de materiales capturados por el extremo del axón o producidos por la hidrólisis de proteínas o de otras moléculas que se dirijan al soma celular.

  1. Teoría de la Reducción Objetiva Orquestada: la Consciencia depende de procesos cuánticos orquestados



En los años 90 del siglo XX, dos científicos, Sir Roger Penrose (Profesor Emérito de Matemáticas en la Universidad de Oxford) y Stuart Hameroff‎ (anestesista y profesor de la Universidad de Arizona) hicieron pública una teoría que señalaba que la conciencia se deriva de la actividad de las neuronas del cerebro en la escala más mínima, la escala cuántica o subatómica.

La así llamada hipótesis de Reducción Objetiva Orquestada (“Orch OR”) proponía, más concretamente, que la consciencia depende de procesos cuánticos biológicamente orquestados (es decir, trabajando sincronizadamente) en series de microtúbulos situados dentro de las neuronas del cerebro. Los microtúbulos son componentes principales de toda estructura celular.

También señalaba que dichos procesos cuánticos regulan la membrana y la sináptica neuronales –la actividad normal de las neuronas-; y que la evolución de cada uno de ellos culmina gracias a la llamada “Reducción Objetiva”, un concepto estrechamente vinculado al colapso de la función de onda‎ de la mecánica cuántica. 

Actividad cuántica en microtúbulos demostrada

Desde su publicación, la Orch OR fue muy criticada porque se consideraba que no explica cómo surge la experiencia subjetiva y, por tanto, sustituye un misterio por otro. También porque se piensa que el cerebro es demasiado “caliente, húmedo y ruidoso” como para albergar procesos cuánticos, publica la revista Physorg.

Pero estudios recientes han señalado que los delicados procesos cuánticos sí se dan en la biología, por ejemplo, en sistemas y procesos como la fotosíntesis de los vegetales, la orientación de los pájaros, el olfato o los microtúbulos cerebrales.

Teniendo en consideración estos resultados, recientemente, Penrose y Hameroff han publicado en la revista Physics of Life Reviews una serie de revisiones (ver referencias bibliográficas) sobre su teoría. Sobre todo a partir del descubrimiento de vibraciones cuánticas a temperaturas cálidas en los microtúbulos del interior de las células cerebrales. Una prueba que, según ellos, corrobora su hipótesis.

Este hallazgo fue realizado por un grupo de investigación dirigido por Anirban bandyopadhyay, del Instituto Nacional de Ciencias Materiales del Tsukuba, Japón (aunque actualmente trabaja en el MIT). Bandyopadhyay se ha dedicado intensamente a la investigación de los microtúbulos, reproduciendo en el laboratorio su forma de actuar.

Asimismo, el investigador Roderick G. Eckenhoff‎, de la Universidad de Pennsylvania (EEUU), ha hecho algunos descubrimientos en laboratorio que sugieren que la anestesia, que borra de manera selectiva la conciencia al tiempo que mantiene las actividades cerebrales no-conscientes, actúa a través de los microtúbulos de las neuronas del cerebro.

Penrose y Hameroff sugieren en su revisión que las ondas cerebrales también se derivarían de las vibraciones profundas a nivel de los microtúbulos y que, desde un punto de vista práctico, el tratamiento de las vibraciones de los microtúbulos cerebrales podría mejorar condiciones mentales, neurológicas y cognitivas.

Unión entre cuántica y biología

El estudio a escala subatómica del cerebro que realizan Penrose y Hameroff parece buscar, en última instancia, la respuesta a la siguiente cuestión: ¿Evolucionó la conciencia a partir de procesos complejos entre las neuronas del cerebro –como defienden la mayoría de los científicos- o la conciencia es “previa” a los procesos del cerebro –como señalan las corrientes espirituales-?

Según los científicos, “nuestra teoría se acomoda a ambas perspectivas”, porque sugiere que “la conciencia se deriva de las vibraciones cuánticas de los microtúbulos”, unas vibraciones que “gobiernan la función neuronal y sináptica”, pero también “conectan los procesos cerebrales a procesos de auto-organización a escala fina, a la estructura cuántica ‘proto-consciente’ de la realidad”.

Como ha explicado en Tendencias21 el investigador Manuel Béjar, -especialista en la conexión entre física y conciencia en Roger Penrose (y David Bohm)-, la conciencia, la mente y el psiquismo han sido temas generalmente estudiados por los filósofos de la mente y relegados tácitamente del estudio científico, por su afinidad con lo espiritual.

Pero Penrose ha destinado las últimas décadas al estudio de un modelo físico de la conciencia, sentando las bases de una biofísica cuántica de la mente que unificaría una realidad con tres dimensiones: matemática, física y psíquica.


  1. El cerebro estaría conectado con el cosmos a escala cuántica



Era de esperar que los avances del último siglo en física cuántica y la cosmovisión derivada de ellos llevaran a una variación de la definición de “consciencia” y “mente”.

Quizá algún día estos avances ayuden a responder a la inquietante pregunta sobre cómo de los procesos cerebrales (es decir, físicos) puede emerger la consciencia, que es inmaterial.

La relación entre la actividad neuronal (la de las células del cerebro) y la escala cuántica (la de las partículas que conforman los átomos) ya fue abordada en los años 90 por los investigadores Roger Penrose y Stuart Hameroff con una sorprendente teoría que, hace poco y a raíz de nuevos hallazgos, ha sido revisada.

Se trataba de la hipótesis de la “Reducción Objetiva Orquestada u Orch OR”, que propone que la consciencia se deriva de la actividad de las neuronas a escala cuántica o subatómica, es decir, de procesos cuánticos biológicamente orquestados en los microtúbulos o minúsculas estructuras tubulares situadas dentro de las neuronas del cerebro.

Esa actividad cuántica entrañada a un nivel cerebral profundo, además de gobernar la función neuronal y sináptica, conectaría los procesos cerebrales a procesos de autoorganización presentes fuera del cerebro, en la estructura cuántica de la realidad, afirmaban Hameroff y Penrose. Es decir, que nuestro cerebro podría estar conectado a una estructura externa, que de alguna manera sería ‘protoconsciente’.

El cerebro habla con los campos

Hace unos meses, la revista NeuroQuantology publicaba un artículo sobre la consciencia desde una perpectiva cuántica, que va incluso más allá de la propuesta de Hameroff y Penrose.

Firmado por los científicos Dirk K F Meijer y Hans J.H. Geesink de la Universidad de Groninga, en Holanda, teoriza que nuestro cerebro, además de ser un órgano de procesamiento ligado a nuestro organismo, con el que intercambia información continuamente, está vinculado al resto del universo a nivel cuántico.

Según Meijer y Geesink, a dicho nivel, nuestro cerebro estaría conectado con campos cósmicos como el de la gravedad, el de la energía oscura, el de la energía punto cero o el de las energías de los campos magnéticos de la Tierra.

Esa conexión se daría a través de mecanismos bien establecidos por la teoría cuántica como el entrelazamiento cuántico (que vincula a partículas entrelazadas más allá del espacio-tiempo) o el efecto túnel cuántico (que se da cuando una partícula cuántica viola los principios de la mecánica clásica, al atravesar una barrera de potencial imposible de atravesar para una partícula clásica).

La idea nos recuerda a la propuesta en 2008 por un estudio, en el que se relacionaba la capacidad de orientación de las aves migratorias con una posible “conexión cuántica” de estas con el campo magnético terrestre; aunque en aquel caso el campo magnético no “conectaba” con el cerebro de las aves, sino con los electrones presentes en los iones más inestables de sus retinas.
El idioma es una geometría

Meijer y Geesink proponen que el cerebro podría “comunicarse” con esos tipos diversos de campos gracias a una geometría, la conocida como geometría de toro o toroidal, que básicamente está constituida por espirales circunscritas en una esfera (se puede entender imaginando una rosquilla).

Al parecer, el toroide es la forma que tienen los átomos, los fotones y toda unidad mínima constitutiva de la realidad. Pero no solo: Según los investigadores holandeses, nuestro  cerebro se organizaría también siguiendo esta estructura (aquí hemos hablado antes de las geometrías que forma el cerebro en su actividad).

Esa coincidencia geométrica es la que permitiría al cerebro acoplarse a los campos que nos rodean, para recibir de ellos información continuamente en forma de ondas. Gracias a esto, en nuestra mente se actualizaría, de manera continua, un espacio de memoria global simétrica al tiempo.

Además,  el acoplamiento y ajuste continuos del cerebro a los campos externos, afirman Meijer y Geesink, permitirían guiar la estructura cortical del cerebro hacia una mayor coordinación de la reflexión y de la acción, así como hacia una sincronía en red, que es la necesaria en los estados de consciencia.

La mente como campo

Pero los investigadores holandeses van más allá de todo esto en sus postulados. También señalan que la consciencia no es exclusiva del cerebro, sino que surgiría en todo el universo a escala invariante, de nuevo a través del acoplamiento anidado toroidal de varias energías de campos.

Quizá esto pudiera relacionarse con el concepto de “protoconsciencia” de Hameroff y Penrose del que hemos hablado antes; e incluso con la idea de la matriz de información universal del paradigma holográfico propuesto por el físico David Bohm en el siglo XX.

Meijer y Geesink llegan a describir la mente como un campo situado alrededor del cerebro (lo llaman campo estructurado holográfico), que recogería información externa al cerebro y la comunicaría a este órgano, a gran velocidad (no en vano hablamos de procesos cuánticos). Los investigadores aventuran que este hecho podría explicar la rapidez con la que el cerebro registra y procesa información del entorno, a nivel consciente e inconsciente.  

Ese campo estructurado holográfico estaría, según ellos, en la cuarta dimensión o espacio-tiempo, aunque tenga efectos en nuestro cerebro tridimensional e incluso en la manera en que percibimos el mundo en tres dimensiones.

Curiosamente, una idea “parecida” proponía hace unos años el antropólogo Roger Bartran, en su obra Antropología del cerebro: la conciencia y los sistemas simbólicos, aunque en aquel caso la parte de consciencia humana “fuera del cerebro” se ubicaba en los sistemas culturales, con los que algunas regiones cerebrales están estrechamente ligadas.

Implicaciones

Para los científicos holandeses, su hipótesis tiene profundas implicaciones filosóficas: Sugiere que existe una “profunda  conexión de la humanidad con el cosmos” que nos obliga a tener “una gran responsabilidad sobre el futuro de nuestro planeta”, escriben en su artículo.

Asimismo, su teoría podría conllevar un atisbo de respuesta para la pregunta con la que iniciamos este artículo: ¿Cómo los procesos cerebrales (es decir, físicos) dan lugar a la consciencia, que es inmaterial?

Quizá sea que existe un campo mental situado en la cuarta dimensión, allí conectado a otros campos externos mientras, al mismo tiempo, forma parte física de nuestro cerebro. Pero habrá que esperar a que ese campo mental sea una certeza para poder lanzar conclusiones definitivas.

Consciousness in the universe: A review of the ‘Orch OR’ theory


  1. Entrelazamiento cuántico:


                                        https://www.youtube.com/watch?v=7KKYcbwJjeQ


  1. Efecto túnel cuántico:


                                          https://www.youtube.com/watch?v=Px0LHe1074c




                                           https://www.youtube.com/watch?v=mfYhtt2nzPk


Como siempre, he incluido estas reflexiones en mi blog “Historias del LEAN”:


Que disfrutéis cada hora del fin de semana

Un cordial saludo
Alvaro Ballesteros






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