domingo, 1 de mayo de 2016

Mensajes amables de fin de semana: el SQUID, esa maravilla de tecnología que permite medir, con una precisión sin precedentes, los impulsos nerviosos que circulan por las dendritas



Estimad@s Clientes y/o amantes del LEAN:


En el escrito de la semana pasada, resaltábamos cómo el SQUID ( Dispositivo superconductor de interferencia cuántica ) es capaz de detectar los minúsculos campos mágnéticos generados por nuestro cerebro
Si una corriente eléctrica circula a través de un conductor se crea un campo magnético. Esto supone  que cuando los impulsos nerviosos van por los axones neuronales  o cuando los potenciales postsinápticos —que se crean en el “salto” del impulso nervioso entre dos neuronas—, circulan por las dendritas se producen campos magnéticos que, obviamente, son muy pequeños. 
La importancia del método se basa en que el campo magnético no es “retenido” por la materia orgánica (lo que sí sucede con el eléctrico) y puede salir fuera del cerebro a través del cráneo. Por otro lado, la medida de un campo magnético se puede realizar sin contacto alguno: se puede medir la actividad cerebral sin tocar ni conectar nada al cerebro del sujeto
El resto de este escrito está dedicado a explicar las bases de toda la maravilla de tecnología que hay alrededor del SQUID




En la figura, vemos la amplitud debida a la interferencia de las ondas emitidas por dos fuentes sincrónicas separadas una distancia d, tal como se vería en una cubeta de ondas cuando nos situamos cerca de las fuentes.


En la figura, vemos la intensidad debida a la interferencia de las ondas producidas por dos fuentes sincrónicas separadas una distancia d, codificada en escala de grises. El color negro indica mínimo de intensidad y el color blanco máximo de intensidad.


Técnicas interferometría
Una de las técnicas de interferometría, tanto óptica como radial, consiste en la observación de la propia fuente estelar con dos telescopios (o bien con dos radiotelescopios) distantes entre sí de manera que haya un desfase en las señales que llegan. A partir de este desfase, a través de una elaboración electrónica de las señales recibidas, se puede llegar a la exacta posición y al diámetro angular de una estrella, o bien, en el caso de estrellas dobles, al valor de su separación angular.






Superconductores
La superconductividad es una propiedad presente en muchos metales y algunas cerámicas, que aparece a bajas temperaturas, caracterizada por la pérdida de resistividad a partir de cierta temperatura característica de cada material, denominada temperatura crítica.
La superconductividad es una propiedad presente en muchos metales y algunas cerámicas, que aparece a bajas temperaturas, caracterizada por la pérdida de resistividad a partir de cierta temperatura característica de cada material, denominada temperatura crítica.




Los superconductores también presentan un acusado diamagnetismo, es decir, son repelidos por los campos magnéticos.
El fenómeno fue observado por primera vez en 1911 por el físico holandés H. Kamerlingh Onnes, y sus explicaciones teóricas tardaron más de cuarenta años en establecerse.
El hecho de que la teoría que explicaba este fenómeno se mostrara tan elusiva tiene su justificación en que ni la teoría clásica de materiales, construida por Drude y Lorentz, ni la posterior teoría cuántica que Bloch y Grüneisen desarrollaron en la década de los treinta podían dar cuenta del fenómeno de la desaparición de resistencia eléctrica.
Por su ausencia de resistencia, los superconductores se han utilizado para fabricar electroimanes que generan campos magnéticos intensos sin pérdidas de energía. Los imanes superconductores se han utilizado en estudios de materiales y en la construcción de potentes aceleradores de partículas.
Aprovechando los efectos cuánticos de la superconductividad se han desarrollado dispositivos que miden la corriente eléctrica, la tensión y el campo magnético con una sensibilidad sin precedentes.




Superconductores de interferencia cuántica
Estos dispositivos constituyen los detectores de campos magnéticos más sensibles que hay. Sus aplicaciones van del diagnóstico de tumores cerebrales a la contrastación de la relatividad.
Una batería de detectores dispuesta en torno a la cabeza de un paciente con epilepsia focal capta mínimas fluctuaciones del campo magnético y señala con precisión dónde se halla la lesión a la que se debe el trastorno. Una barra de aluminio de cinco toneladas suspendida en una cámara de vacío a una tempe­ratura próxima al cero absoluto es­pera la minúscula perturbación que indicaría la llegada de una onda de gravedad procedente de una supernova. Un solitario instrumento instalado en Baja California registra sutiles variaciones del campo magné­tico, para que los geofísicos localicen en el subsuelo una fuente potencial de energía geotérmica.
Mediciones tan dispares son posibles gracias al llamado SQUID, acrónimo —que coincide con la palabra que en inglés significa calamar— de superconducting quantum interferen­ce device, dispositivo superconductor de interferencia cuántica. El SQUID, que capta cambios del campo magnético, es el detector más sensible de que se dispone


El efecto Josephson




Una unión de Josephson real. La línea horizontal es el primer electrodo, mientras que la línea vertical es el segundo electrodo. El cuadrado que las separa es un aislante que tiene en el centro donde se encuentran los dos electrodos una pequeña apertura a través de la cual está la verdadera unión Josephson.

El efecto Josephson es el fenómeno de la supercorriente, se denomina así al paso de partículas cargadas en forma de corriente eléctrica ocasionada por el efecto túnel entre dos superconductores separados, estos a su vez están separados por una capa de un medio aislante o un metal no superconductor de unos pocos nanómetros.
La corriente eléctrica en los superconductores no la transportan electrones simples sino se transportan en pares llamados pares de Cooper los cuales son capaces de atravesar la capa por el efecto túnel

El efecto túnel
Me atrevería a decir que todos los estudiantes de física que se encuentran por primera vez con la mecánica cuántica y, ¡cómo no!, también cualquier mortal ajeno al tema al que se le explique la cuestión con un cierto detalle, quedan fascinados por el efecto túnel, ese resultado genuinamente cuántico, que no tiene parangón en mecánica clásica, y que indica que una partícula siempre tiene una cierta probabilidad de atravesar una barrera de potencial aunque su energía sea inferior a la altura de la barrera y siempre que ésta tenga un tamaño espacial finito. Es como si cualquiera de nosotros pudiéramos “atravesar” una pared con una cierta probabilidad si nos abalanzamos contra ella sin que se produzca daño alguno, ni en la pared ni en nosotros mismos: esto aclara, creo, el carácter cuántico exclusivo del fenómeno. Pero veámoslo con un poco más de detalle.
Cualquier cuerpo en movimiento tiene una propiedad asociada al mismo que se denomina energía cinética y que en mecánica clásica se define como T=mv^{2}/2, donde m es la masa del cuerpo y v la velocidad con la que se mueve. Como vemos es siempre una cantidad positiva o igual a cero (cuando el cuerpo está en reposo).
Los cuerpos pueden tener asociado otro tipo de energía no ya debido a su estado de movimiento, sino a su posición. Este tipo de energía se denomina energía potencial, U, y puede definirse siempre que sobre el cuerpo actúen sólo fuerzas conservativas. Por ejemplo, si sostenemos en alto una bola, ésta tiene energía potencial gravitatoria, debido a que es atraída por la Tierra y si la soltamos caerá al suelo. Si tenemos un muelle fijado por un extremo a una pared y lo comprimimos, situando una pelota en el otro extremo, decimos que la pelota tiene energía potencial elástica. Si acercamos dos cuerpos cargados o dos imanes, uno frente a otro, ambos tienen energía potencial eléctrica o magnética, respectivamente. Las fuerzas puestas en juego en estos ejemplos (gravitatoria, elástica, eléctrica y magnética) son todas ellas conservativas. Sin embargo, otras fuerzas usuales como, por ejemplo, las fuerzas de rozamiento, la fuerza motriz de los motores o la fuerza muscular, son fuerzas no conservativas.
Pues bien, supongamos un cuerpo que se está moviendo en una sola dirección (que suponemos que es la dirección x) en una región del espacio de manera que su energía potencial tiene la forma que se muestra en la figura. Como vemos, según la posición en la que se encuentre el cuerpo, su energía potencial U(x) toma distintos valores, presentando máximos y mínimos.


En física, la suma de la energía cinética y la energía potencial se denomina energía mecánica total o, simplemente, energía total. Existe un resultado fundamental que se conoce como teorema de conservación de la energía mecánica total que dice que si sobre un cuerpo sólo actúan fuerzas conservativas, la energía mecánica total del mismo se conserva. Es decir que en esas circunstancias, el cuerpo se moverá de manera que esa energía total no cambia independientemente de cuales sean su posición y su velocidad.
Supongamos, por ejemplo, que el cuerpo tiene una energía total igual a E_{1} que, como vemos en la figura, es mayor que su energía potencial en cualquier punto x en que se pueda encontrar en su movimiento. La energía cinética de ese cuerpo variará según su posición y estará dada por T_{1}(x)=E_{1}-U(x). La velocidad del cuerpo será por tanto v=\sqrt{2[E_{1}-U(x)]/m} y como E_{1} es mayor que U(x), podemos calcular la raíz cuadrada y la velocidad tendrá un valor real y positivo (como debe ser). Con esa energía total, el cuerpo puede moverse “libremente” (por supuesto, de acuerdo a las leyes de la mecánica) a cualquier posición x.
Si la energía total del cuerpo fuese E_{2}, tendríamos una situación diferente. En efecto la partícula podría moverse (igual que en el caso anterior) a cualquier punto de la regiones que se encuentran a la izquierda de P_{1}^{(2)} y a la derecha de P_{2}^{(2)}. Como vemos en esas posiciones la energía total E_{2} es mayor que la energía potencial U(x) y es posible obtener la velocidad como antes. Sin embargo, en los puntos situados entre P_{1}^{(2)} y P_{2}^{(2)} ocurre lo contrario: U(x) es mayor que E_{2}, tendríamos que calcular la raíz cuadrada de una cantidad negativa y, por tanto, la velocidad no sería una cantidad real sino imaginaria y no podría representar una velocidad “válida” en mecánica clásica. Los puntos P_{1}^{(2)} y P_{2}^{(2)} se denominan puntos de retroceso clásico y cuando el cuerpo llega a ellos se encuentra una barrera de potencial que le impide proseguir su movimiento en ese sentido. El cuerpo encuentra una pared que le impide proseguir su camino. Una situación similar se presenta cuando el cuerpo tiene energías totales E_{3} (en cuyo caso aparecen tres puntos de retroceso clásico) y E_{4}(con un único punto de retroceso).
En mecánica cuántica esto no es así. La dinámica de un cuerpo está regida por su función de onda, que es una función cuyo módulo al cuadrado nos informa sobre la probabilidad de que el cuerpo se encuentre en una determinada posición. En las regiones clásicamente permitidas, la función de onda describe (como en el caso de la mecánica clásica) el cuerpo en movimiento; sin embargo, cuánticamente siempre hay una probabilidad no nula de que el cuerpo se encuentre en un punto de una región clásicamente prohibida. La función de onda en esas regiones responde a una función exponencial decreciente y salvo que la región clásicamente prohibida sea infinita (como sucede en el ejemplo de la figura a la derecha de los puntos P_{3}^{(3)} y P_{1}^{(4)} de retroceso) la función de onda permite “conectar” las regiones permitidas a ambos lados de la zona prohibida: a todos los efectos es como si el cuerpo hubiera encontrado en su camino un túnel que le hubiera permitido atravesar (con una cierta probabilidad que es posible calcular y medir) la barrera de potencial.
En la práctica el efecto túnel se pone de manifiesto en el caso de barreras de potencial de unos pocos nanómetros de anchura y en él están basados muchos dispositivos tecnológicos ampliamente usados hoy día. Entre otros podemos mencionar el microscopio de efecto túnel, los transistores, los diodos led, etc. Muchos fenómenos relacionados con la superconductividad y con la física de semiconductores como el efecto Josephson o la emisión fría de electrones, con la radiactividad y con algunos tipos de mutación espontánea observados en la molécula de ADN que tienen su origen en el efecto túnel cuántico.

Interferencia cuántica
Realizan un vídeo de interferencia cuántica en el que usan moléculas relativamente grandes.
Un experimento es una pregunta que se le hace a la Naturaleza. Dependiendo de lo habilidosos que seamos la respuesta puede ser más o menos interesante. Cuando nos vamos a la microescala en la que opera la Mecánica Cuántica (MC) el tipo de experimento que hagamos puede incluso cambiar completamente la respuesta que obtengamos.
Así por ejemplo, si queremos manifestar las propiedades ondulatorias de la luz un experimento de interferencia nos dice que la luz es efectivamente una onda. Si queremos manifestar su naturaleza corpuscular entonces un experimento fotoeléctrico nos dirá que efectivamente la luz se compone de partículas puntuales. La realidad es que la luz es la que es y somos nosotros los que la pretendemos encajar en un modelo mental nuestro, un modelo que no tiene por qué describir completamente la realidad física.
Esta dualidad también se presenta con partículas subatómicas. Así por ejemplo, podemos hacer interferir electrones entre sí y poner de manifiesto su naturaleza ondulatoria. Podemos lanzar un chorro de estas partículas hacia una doble rendija y ver como en la pantalla posterior se pone de manifiesto el típico patrón de interferencia.
Lo más sorprendente de este último experimento es que si de algún modo detectamos por dónde pasa el electrón, por qué rendija, entonces el patrón de interferencia desaparece y tenemos un comportamiento corpuscular. Al fijar un lugar por el que pasa o no el electrón estamos definiéndolo como un corpúsculo y de ahí que desaparezca su carácter ondulatorio.
Todo esto es aún más fascinante cuando en el haz de electrones de este experimento sólo hay un electrón de vez en cuando. Con eso impedimos que el electrón interfiera con otros electrones, pero aún así el efecto acumulado de varios electrones produce el patrón de interferencia. Digamos que la función de ondas del electrón “sabe” que hay dos rendijas y al explorarlas el electrón interfiere consigo mismo. De nuevo, si miramos por dónde pasa entonces desaparece la interferencia.
Este experimento de la doble rendija es muy famoso y viene en todos los artículos y libros de divulgación de MC.
Pero si no nos conformamos con electrones podemos seguir con partículas mayores y seguiremos obteniendo patrones de interferencia. Si usamos átomos completos y los lanzamos contra una doble rendija vemos que se comportan como ondas. También se ha hecho con buckybolas. Pero, ¿dónde está el límite? Los automóviles que van por la carretera no exhiben un comportamiento ondulatorio, no obedecen la MC, son objetos clásicos.
En algún punto el micromundo deja de ser cuántico para ser clásico al crecer hasta el macromundo. Generalmente se asume que se produce una decoherencia que impide a objetos lo suficientemente grandes exhibir comportamientos cuánticos.
¿A qué escala el mundo cuántico pasa a ser clásico? ¿Depende de nuestra habilidad o es intrínseco?
Pues bien, se ha llegado a realizar el experimento de la doble rendija con moléculas que constan de 400 átomos. Quizás algún día se pueda hacer con virus, no lo sabemos.
Ahora un grupo internacional de físicos ha realizado un vídeo en tiempo real en el que se ve el patrón de interferencia en un experimento de doble rendija cuando se usan moléculas orgánicas de 58 y 114 átomos (C32H18N8 y C48H26F24N8O8respectivamente). Las moléculas se producen por micro evaporación gracias a un láser, proceso que evita la destrucción de las moléculas y genera un intenso haz coherente de moléculas.
Además crearon una red de difracción (un equivalente de la doble rendija, peor con varias rendijas en lugar de sólo dos) de nitruro de silicio con una separación de 10 nm entre rendijas.




El Magnetómetro SQUID : Dispositivo superconductor de interferencia cuántica
El magnetómetro SQUID, aparato Superconductor de Interferencia Cuántica, es un equipo que fue inventado al inicio de los años setenta por J.E. Zimmerman y colaboradores, el cual consiste en algo que se conoce como efecto Josephson. Esto se compone de una delgada barrera aislante entre dos superconductores (dos metales enfriados en helio líquido, para mantener el estado de superconducción), en la cual corre una supercorriente formada por pares de electrones, este mecanismo se utiliza también en aparatos electrónicos y computadoras ultrarrápidas.
El SQUID y los conjuntos de SQUID ahora se utilizan en los laboratorios de investigación médica en todo el mundo, para trazar el mapa de los campos biomagnéticos producidos por los procesos fisiológicos dentro del cuerpo humano. Es decir es capaz de medir la energía sutil alrededor del cuerpo humano, se trata del mismo campo de energía que personas sensitivas han descrito desde hace milenios que los científicos han ignorado porque no había medios para medirlo objetivamente.
Desde hace tiempo se sabe que las células y los tejidos generan un campo eléctrico que se puede medir en la superficie de la piel. Pero, las leyes de la física afirman que cualquier corriente eléctrica genera un campo magnético correspondiente en el espacio. Dado el hecho que estos campos magnéticos son demasiado pequeños para ser detectados, los científicos asumieron que dichos campos no podían tener una importancia fisiológica.
Esta situación empezó a cambiar en 1963, Cuando Gerhard y Richard McFee, del Departamento de Energía Eléctrica de la Universidad de Siracusa Nueva York, detectaron el campo biomagnético proyectado por el corazón humano utilizando dos electroimanes de 2 millones de vueltas de hilo cada uno, conectados a un amplificador muy sensitivo.
En 1970 David Cohen del MIT (Instituto de Tecnología de Massachusetts) en Cambridge, Massachusetts, utilizando el SQUID confirmó los resultados concernientes al corazón, que de hecho describieron el campo magnético del corazón con tanta claridad y sensibilidad como nunca antes se había hecho. Su obra estableció las bases para todo un nuevo campo del diagnóstico la Magnetocardiografía.
Para 1972 Cohen pudo extender sus mediciones del SQUID a los campos producidos por el cerebro, esto por medio de mejorar la sensibilidad del SQUID, ya que se encontró que los campos emitidos por el cerebro son cientos de veces más débiles que los del corazón. El resultado fue el primer registro que se hizo del campo biomagnético del cerebro. Esto también da paso a que se inicie lo que ahora se conoce como Magnetoencefalograma, el cual tiene la ventaja que ofrece más detalles del cerebro que el electroencefalograma y sufre menos distorsión al pasar por los tejidos.
Posteriormente se descubrió que todos los tejidos y órganos producen pulsaciones magnéticas específicas, que son ahora conocidos con el nombre de campos biomagnéticos. Los exámenes tradicionales con el electrocardiograma y electroencefalograma se complementan ahora por el magnetocardiograma y el magnetoencefalograma. Por distintas razones el estudio del campo magnético alrededor del cuerpo, da indicaciones más exactas sobre la fisiología y la patología que el estudio del campo eléctrico.





La magnetoencefalografía
La actividad coordinada de las neuronas también produce campos magnéticosademás de las corrientes eléctricas que medía la EEG. La intensidad de estos campos es tremendamente pequeña pero puede ser medida por una técnica denominadamagnetoencefalografía o MEG.
La EEG y la MEG son técnicas conceptualmente similares pero la MEG ofrece una calidad de señal superior y una resolución temporal muy alta.
Sin embargo, sus costes son mucho mayores por lo tanto no es una técnica tan popular en neuromarketing. Un equipo de magnetoencefalografía, que requiere una sala aislada de campos magnéticos para poder medir los débiles campos magnéticos del cerebro, puede costar alrededor de 2 milones de dólares.




La magnetoencefalografía ofrece nuevas posibilidades de diagnóstico en alzhéimer
La magnetoencefalografía es una técnica de neuroimagen que mide la actividad cerebral a través de la detección de los campos magnéticos del cerebro y su aplicación para el estudio del alzhéimer. En España sólo hay tres equipos, ubicados en Madrid, Barcelona y San Sebastián, y no existen más de 200 en todo el mundo, ya que están valorados en unos dos millones de euros cada uno. El Centro de Tecnología Biomédica de la Universidad Politécnica de Madrid cuenta con uno de ellos y Fernando Maestú Unturbe es uno de los expertos que lo maneja. Este especialista ha visitado hoy el Instituto de Neurociencias de Castilla y León (Incyl) con el objetivo de intentar establecer colaboraciones con los científicos de Salamanca y avanzar así en el diagnóstico de las enfermedades neurodegenerativas.

" Cualquier corriente eléctrica emite un campo electromagnético", señala el investigador en declaraciones recogidas por DiCYT. Por eso, "como las células de nuestro cerebro se comunican a través de sinapsis electroquímicas, emiten un campo magnético que puede ser observado desde el exterior". De esta manera, "vemos cómo están funcionando las neuronas, si lo hacen de manera coordinada o descoordinada, y podemos ver los patrones de algunas enfermedades neurológicas y así tenemos un mayor poder diagnóstico", agrega.

La técnica apenas tiene unos 15 años, lo que la convierte en "la más joven de las técnicas de neuroimagen", capaz de medir en tres dimensiones de la actividad cerebral: el espacio, el tiempo ("se incrementa la resolución temporal" con respecto a otras técnicas, apunta) y la frecuencia a la que disparan las células. En el diagnóstico de alzhéimer tan sólo se emplea desde hace 7 años, de manera que "estamos en un periodo de investigación", pero su aplicación en esta enfermedad es prometedora "porque da información sobre funcionalidad del cerebro y las relaciones entre distintas zonas".
En cualquier caso, el hecho de que se trata de una técnica tan novedosa hace que realizar diagnósticos a través de ella aún requiera de investigaciones. Someter a una persona sana a un examen con este sistema permite construir patrones de control para compararlos con los pacientes que tienen una enfermedad y comprobar así los patrones que caracterizan cada patología.
Técnica no invasiva 
Una de las ventajas que ofrece la magnetoencefalografía es que se trata de una técnica no invasiva para quien se somete a ella. "El paciente introduce su cabeza dentro de un sensor que recoge lo que de forma natural emite nuestro cerebro", señala Fernando Maestú. De hecho, desde los 7 meses de gestación el cerebro ya emite estas señales y hay una técnica que es la magnetoencelefalografía fetal que mide el campo magnético del cerebro del feto.

Lo que los profesionales ven a través de esta técnica son oscilaciones del campo magnético que son el reflejo de los flujos de corriente eléctrica que hay en el cerebro. Aunque se trata de algo muy útil para ver las alteraciones cerebrales patológicas, también sirve para estudiar procesos normales de envejecimiento, según los expertos.

"En el envejecimiento normal se alteran los patrones de actividad cerebral, así que vemos relaciones entre zonas del cerebro que se alteran o se reorganizan con la edad", apunta. Se trata de una falta de conectividad adecuada. "Nuestro cerebro tiene muchas zonas relacionadas entre sí, esta estructura se va perdiendo a lo largo del paso de los años y este tipo de conectividad se pierde, el cerebro se va reorganizando progresivamente a medida que pierde células, pero lo hace de manera más ineficiente que un cerebro más joven", explica.

 La magnetoencefalografía como técnica para el estudio del encéfalo
El biomagnetismo lo forman los campos magnéticos generados por los sistemas biológicos, que tienen los mismos principios de análisis que los producidos por una corriente eléctrica que circula por un conductor lineal.
Si una corriente eléctrica circula a través de un conductor se crea un campo magnético. Esto supone  que cuando los impulsos nerviosos van por los axones neuronales  o cuando los potenciales postsinápticos —que se crean en el “salto” del impulso nervioso entre dos neuronas—, circulan por las dendritas se producen campos magnéticos que, obviamente, son muy pequeños.
No obstante existen unos aparatos denominados “dispositivos superconductores de interferencias cuánticas” o SQUID (Superconducting Quantum Interference Device) capaces de percibir un campo magnético de muy baja potencia.
La importancia del método se basa en que el campo magnético no es “retenido” por la materia orgánica (lo que sí sucede con el eléctrico) y puede salir fuera del cerebro a través del cráneo. Por otro lado, la medida de un campo magnético se puede realizar sin contacto alguno: se puede medir la actividad cerebral sin tocar ni conectar nada al cerebro del sujeto.
En 1963, Baule y McFee registraron por primera vez la actividad eléctrica del corazón mediante la detección de los campos magnéticos. Cinco años después, Cohen, en el Instituto de Tecnología de Massachusetts, fue capaz de detectar las pequeñas señales debidas al funcionamiento del encéfalo y, finalmente, en 1969, Zimmerman diseñó una habitación, aislada de los campos ambientales, para registrar la actividad cardíaca utilizando superconductores.
La magnetoencefalografía se realiza con unos aparatos que se denominan neuromagnetómetros, que disponen de varios SQUID(entre 100 y 150) dispuestos en forma de casco de  manera que puedan acercarse simultáneamente al cráneo del sujeto. Su emisión es analizada por un ordenador que determina el origen encefálico de las señales. En el ordenador aparece la imagen del encéfalo, obtenida mediante Resonancia Magnética, y sobre ella se observan las regiones encefálicas que poseen una gran actividad eléctrica.
De esta manera, con magnetoencefalografía se podría detectar una zona concreta del cerebro con una actividad eléctrica determinada, superior a la normal o mayor que la percibida en otras zonas colindantes. Así, si esto es consecuencia de una anomalía patológica, se podría proceder a la eliminación de la parte afectada. Pero, asimismo, se lograrían realizar estudios fisiológicos para cuantificar la actividad cerebral regional cuando se perciben ciertos estímulos o cuando se realizan unas determinadas conductas.
Si desea ver un breve vídeo sobre el asunto:




Que disfrutéis cada hora del fin de semana

Un cordial saludo

Alvaro Ballesteros




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