Estimad@s Clientes y/o amantes del LEAN:
Adjunto, por su interés, un artículo que acabo de leer en El
País, acerca del impacto decisivo que tendrá la robotización en el futuro mercado
de trabajo
Automatización:
así es la batalla entre trabajo y tecnología
https://retina.elpais.com/retina/2019/05/24/tendencias/1558680372_855666.html
La única certeza que tiene el hombre sobre el futuro es que
no está escrito. Tampoco en un espacio que habita tan enlazado a su existencia
como el trabajo. Esta nueva economía dictada por algoritmos, procesos
automatizados y robots traslada a la población, ya sea justo o injusto, más
miedo que esperanza. Precariedad, bajos salarios, paro. Esa es la promesa que
temen millones de personas en el mundo. El miedo no es nuevo porque los robots
llevan transformando la economía occidental desde hace siglos. David Ricardo,
uno de los padres fundadores del pensamiento económico, escribió sobre los
efectos disruptivos de las máquinas en 1821. Hace siglos que convivimos con
“robots” y hace siglos que mejoran nuestro mundo.
Quizás el sentimiento de desamparo actual proceda de la
relación entre el espacio y el tiempo. O sea, la velocidad. La transformación
de una sociedad agraria a otra industrial fue lineal; la aceleración actual es
exponencial. “La economía será golpeada por una ola tras otra de automatización
durante los próximos años”, prevé Olly Buston, consejero delegado de la
consultora Future Advocacy.
Infinidad de estudios han contado ese relato a veces
apocalíptico a veces integrado. La OCDE lleva dos años consecutivos trazando la
misma media. El 14% de los empleos en las 36 economías más ricas del planeta
tiene un alto riesgo de ser automatizado. El dato, para España, baila en el
alambre del 21,7%. El porcentaje lo ceba, sobre todo, una educación que falla
en las etapas iniciales y en las adultas. Los españoles tendrán que sentarse
durante toda su vida laboral en los pupitres.
Un informe de 2014 del think
tank belga Bruegel presagiaba un peligro bastante mayor, el 55,3%. Esa
cifra puede genética aplicada al hombre ha sabido, por ejemplo, trazar
bien las lindes. JD.com, una plataforma china de comercio electrónico, inauguró
el año pasado un centro en Shanghái que procesa 200.000 órdenes diarias con
cuatro trabajadores. ¿Es la sociedad que queremos? Amazon Go ya ha abierto varias
tiendas en Estados Unidos sin dependientes. La imagen de la mayor revolución en
el comercio minorista en décadas.
¿Pero es esa soledad de palabras y personas, en un acto tan
básico de la condición humana, lo que anhelamos? “Los impactos negativos de la
tecnología en el futuro del trabajo son una elección, no algo inevitable”,
relata Tim O’Reilly, bautizado como el oráculo de Silicon Valley por la revista
Inc. Magazine, partícipe de la web 2.0 y pionero del software libre. “Es lo que
llamo el algoritmo maestrodel valor del accionista, que trata a las
personas como un coste que debe reducirse en vez de un activo que ha de
aumentarse”. Aunque añade esperanza: “Cuando miro a mi alrededor y veo todo el
trabajo que tenemos por hacer como seres humanos (cambio climático, refugiados,
cuidar de una población cada vez más envejecida), tengo claro que si utilizamos
correctamente la tecnología podemos resolver esos problemas y que todo el mundo
trabaje”.
Tal vez habría que situar el futuro en una imaginaria ciudad
a medio camino entre la Arcadia y la distopía. Un Comala tecnológico.
El escritor y periodista argentino Andrés Oppenheimer, ganador junto a varios
compañeros del Premio Pulitzer en 1987 por sus investigaciones que destaparon
el escándalo Irán-Contra, entiende a los robots como enemigos del trabajo. Su último libro, The Robots
Are Coming!: The Future of Jobs in the Age of Automation, acoge una
epifanía del pánico. Traducido sería algo así. Capítulo 4: ¡Vienen
a por los banqueros!”. Capítulo 5: ¡Vienen a por los abogados!.
Están atacando los hospitales: ¡Vienen a por los médicos!. Se
dirigen a Hollywood: ¡Van a por los artistas!. Detrás de esta
cascada de exclamaciones desborda una certeza. “La robotización está llegando a
lugares que nunca habríamos imaginado. No solo afecta a trabajos rutinarios
sino a otros [expertos en finanzas, médicos, contables] que son intensivos en
conocimientos”, observa Emilio Ontiveros.
Sin embargo, en este tiempo de transición que vivimos
caracterizado por la complejidad, el caos y las contradicciones, el Foro
Económico Mundial ha atravesado esa incierta topografía y sus cálculos residen
más cerca de la Arcadia que de la injusticia. En 2022 se crearán 133 millones de
trabajos y se perderán 75 millones. Emergen —por orden— los analistas de datos,
los expertos en inteligencia artificial y machine learningy los
directores generales y de operaciones.
Declinan quienes se dedican a introducir cifras, los
contables, los administrativos y las secretarias o secretarios. “El aumento del
empleo se dará en ocupaciones en las que dominan las tareas no rutinarias,
tanto las muy cualificadas y más abstractas como aquellas que, necesitando poca
cualificación, precisan de habilidad manual o comunicación interpersonal”,
sostiene Rafael Doménech, director de Análisis Económico de BBVA Research. “Eso
sí, estamos muy lejos de prever escenarios apocalípticos de paro tecnológico
masivo”.
Educación obsoleta
En esta inquietante escuela del mundo, las empresas y los
pupitres dialogan sin escucharse. El 72% de las grandes compañías españolas
encuentra dificultades para cubrir los puestos de trabajo que oferta. Esta
frase, escrita solo con 17 palabras, y reflejo de un informe del IESE
Business School, evidencia la aluminosis que sufren los pilares de la educación
en España. “Muchas firmas echan de menos perfiles con capacidad de
comunicación, hay un exceso de matriculados en ciencias sociales y faltan
carreras STEM [ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas]”, desgrana María
Luisa Blázquez, una de las responsables del trabajo. Un desequilibrio que no
sorprende. La formación española ha privilegiado la teoría y orillado la
práctica.
En pensamiento crítico, por ejemplo, España se sitúa, según
el Foro Económico Mundial, en el puesto 101 respecto a 140 naciones. Las
empresas buscan talento y hallan ausencia. “En el planeta digital necesitamos
personas con una rápida capacidad de aprendizaje y que aún sean más rápidas
olvidando lo aprendido si esto se convierte en un inhibidor para aceptar lo
nuevo”, cuenta por correo electrónico Francisco Pérez Botello, consejero
delegado de Volkswagen. Una firma que compite en un sector azotado por el
viento de las tecnologías radicales.
Cómo formarse
Detrás de esta fría polaroid, que mezcla la
memoria de lo que somos y el deseo de lo que nos hace falta, se agosta la
pregunta que desafía la relación entre trabajo, educación y tecnología en el
siglo XXI. ¿Deben las compañías dictar los planes de estudio para evitar la
brecha? “Los jóvenes no tienen que formarse para ser empleados sino para ser
capaces de desarrollar en la sociedad sus mejores dotes creativas”, argumenta
el filósofo Fernando Savater. “Está bien que tengan en mente las posibles
salidas laborales, pero no que se esclavicen al mito de lo más práctico y
renuncien por él a su curiosidad y su vocación”.
La reflexión es precisa como un sólido platónico. Pero de
qué forma encajarla cuando los chicos españoles menores de 25 años tienen una
tasa media de paro del 33,5%. Tal vez mirando otros lados. “A mis alumnos
jóvenes suelo aconsejarles que, si tienen una vocación fortísima por una
actividad, la sigan sin pensar en condiciones económicas, pero si no es así
—algo que ocurre en la mayoría de los casos— que piensen en las posibilidades
de empleo”, recomienda el pedagogo José Antonio Marina. Pues el mundo cada vez
es más competitivo, osco y exigente. “Los robots y los algoritmos son básicos
en el trabajo y los empleados y las empresas están intentando averiguar cómo
afrontar estas 12 tareas de Hércules.
Pero hay un cambio esencial. Pasamos del aprendizaje durante
toda la vida a la empleabilidad durante toda la existencia”, apunta Leo Cano,
fundador de BrainLang, una startup que defiende el valor de la enseñanza del
inglés a lo largo del tiempo.
Nuevos modelos de empleo
El ser humano es estos días un viajero hacia un nuevo mundo
laboral. Las plataformas de trabajo digitales, por ejemplo, tienen un enorme
poder de cambio. Atomizan el mercado y las nuevas tecnologías automatizan buena
parte de los puestos y tareas. Es algo sin precedentes. Son las nuevas
factorías del siglo XXI.
En su lado brillante, la respuesta a un imaginario colectivo
donde pierden peso los horarios, la ubicación física y gana espacio una
sociedad que quiere trabajar menos horas y que reivindica que el tiempo libre
es la condición básica de la libertad. ¿Si los robots pueden hacer el trabajo,
porque los trabajadores no van a tener más horas de ocio? En el lado
opuesto, aumentan las formas de empleo no convencionales (autónomos,
teletrabajo, plataformas de economía bajo demanda), las empresas externalizan
más tareas que nunca mientras surgen estructuras digitales que intermedian
entre la oferta y la demanda de talento. Todo en una competición global.
Todo es el comienzo. Solo entre un
1% y un 3% de la fuerza laboral genera sus ingresos mediante plataformas
digitales. “Pero su potencial de crecimiento surge enorme”, vaticina Albert
Cañigueral, conector para España y Latinoamérica de la plataforma colaborativa
OuiShare. “Vamos hacia un escenario de mayor intermitencia laboral y el reto es
cómo garantizamos los derechos y las necesidades de estos trabajadores”.
Las plataformas
Poco a poco, este universo que aún deja muchas trazas de
materia oscura, define su arquitectura. Encontramos microtrabajadores en
plataformas que ofrecen pequeñas tareas online (Amazon Mechanical Turk) junto a
empleados bajo demanda (gig workers) que conducen o pedalean en Uber o
Glovo. Lugares asociados a lo precario.
Pero a la vez existe recorrido para otros puestos. Por
ejemplo, de cuello azul (CornerJob, Job Today) o de cuello blanco muy
especializado (UpWork, Freelancer, Toptal o GLG). “Este tipo de redes
profesionales aumentará con fuerza”, anticipa Vicente de los Ríos, profesor en
la escuela de negocios EOI. Sin duda, el nuevo mundo del trabajo rota impulsado
por sus propias contradicciones. España ocupa el primer lugar en la Unión
Europea en volumen de empleo en plataformas. Un 17% de las personas con edad de
trabajar efectúa actividades a través de ellas al menos una vez a la semana. “Y
no son perfiles como Uber sino, sobre todo, profesionales que tienen un empleo
fijo y desempeñan tareas de cierta cualificación”, analiza María Luz Rodríguez,
profesora de Derecho del Trabajo de la Universidad de Castilla-La Mancha.
Esta es la cara a del vinilo, la cara b propone
una música distinta en un país donde, acorde con el Servicio Público de Empleo
Estatal (SEPE), el 37,2% de los contratos firmados hasta marzo tenía una
duración menor a un mes. “La digitalización y automatización en España persigue
convertir a los asalariados en proveedores, las nóminas en facturas y la
protección social en una cuenta de capitalización. Porque las empresas ya no
quieren tener empleados”, critica Carlos Martín, responsable del Gabinete
Económico de CC OO.
Neosindicatos digitales
La tecnología narra, a veces, un relato paradójico. Es capaz
de postularse para reparar lo que ella misma ha quebrado. Puede empujar, por
ejemplo, la externalización al límite. El trabajo se reparte por todo el mundo
y resulta fácil descomponerlo en cientos de microtareas. Una forma de conducir
a las personas a pujas predatorias, salarios micro e incendiar la precariedad.
¿Resultado? Empleados dispersos, aislados geográficamente y sin fuerza
sindical. Frente a esto, la propia tecnología propone el WorkerTech. “La
utilización de lo tecnológico para construir movimientos de defensa de los
intereses de los trabajadores”, aclara María Luz Rodríguez.
Todo, por ahora, hilvanado con pespuntes de hilo de seda.
Los neosindicatos digitales como Riders x derechos (mensajería), Independent
Workers Union (generalista, Reino Unido) o Independent Drivers Guild (conductores,
Nueva York) tienen, todavía, la consistencia de la paja. La protección social
quizás esté más hilada en propuestas del estilo de SomosMuno. Una agencia de
seguros laborales online orientada a los autónomos. Cada problema surgido del
empleo independiente parece hallar una respuesta digital. “El objetivo en el
horizonte es combinar la flexibilidad y la libertad del trabajo por cuenta
propia con las protecciones y beneficios tradicionalmente asociados al empleo
asalariado o por cuenta ajena”, se lee en el trabajo El mercado laboral digital
a debate elaborado conjuntamente por OuiShare y Malt.
Pero ¿resulta posible romper el sinónimo que empareja
inseguridad y trabajador independiente? “En un exhaustivo informe que he
completado para la Organización Internacional del Trabajo (OIT) defiendo que
las plataformas tienden a explotar a los trabajadores con habilidades
mercantilizadas. Por lo tanto, propuestas como Uber explotan a sus conductores
en vez de empoderarlos”, reflexiona Sangeet Paul Choudary, fundador de
Platformation Labs. De hecho, la tecnología convierte en “productos muchos
conocimientos y hay que reaprender si queremos ser relevantes en el nuevo
mundo. Si no lo hacemos, las plataformas empeoran el problema”. La normativa
recientemente aprobada por el Parlamento Europeo, que busca proteger a los
trabajadores de esos entornos, reconoce idéntico temor.
Un nuevo contrato social
Estas estructuras digitales ayudan de una manera modesta y
no cambiarán la dinámica fundamental”, refrenda Tyler Cowen, profesor de
Economía en la Universidad George Mason de Virginia, quien advierte de la
lentitud del sistema educativo para “responder a cambios trascendentales”.
El ser humano ha tardado décadas en adaptarse a las grandes
transformaciones, entre el fracaso y el acierto. Pero hay que derrocar al
determinismo tecnológico. “Debemos tener una conversación pública y democrática
sobre cómo queremos que sea nuestra sociedad del trabajo. Cómo nos aprovechamos
de las ventajas y cómo ponemos barreras a los riesgos. Hace falta un nuevo
contrato social”, propone María Luz Rodríguez.
Esto sucede en un mundo que ya no se dividirá nunca más
entre derechas e izquierdas, sino entre abierto y cerrado. ¿Abrazaremos el
cambio tecnológico o lo rechazaremos? Vivimos el mejor de los tiempos. Vivimos
el peor de los tiempos.
Como siempre, he incluido estas reflexiones en mi blog https://historiasdellean.blogspot.com/:
No dejéis que nadie os estropee el fin de semana
Un cordial saludo
Álvaro Ballesteros
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